En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del “Te quiero siempre”.
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.
Federico García Lorca, “Pequeño vals vienés”
Y aquí, Leonard Cohen, “Take this waltz”.
“God bless you”, ésas fueron las palabras de despedida de Leonard Cohen para las miles de personas que tuvieron la suerte y el honor de poder estar presentes en el concierto de tres horas y media que dio anoche en Madrid.
Si no tuviera problemas con los adjetivos presentaría aquí una retahíla, pero en este terreno es más segura la austeridad: musical y vocalmente insuperable y anímicamente desbordante. Quizá porque el 21 de septiembre cumplirá 75 años llegué a creer que ya no podría cantar, que recurriría a la tabla de salvación de muchas viejas glorias en directo, el recitado con música de fondo, pero, aunque parezca increíble, su voz de ahora es aún más impresionante, sólo una gravedad tan insólita puede hacer vibrar determinadas planicies de nuestras ánimas; cada vez que recitó alguno de los temas que acto seguido interpretó, miles de personas le escuchamos alucinados, If it be your will that I speak no more, por favor, caballero, eso ni en broma, así debe de ser el terciopelo en otras galaxias; creí que daría el concierto sentado, que apenas se movería, y en todas las ocasiones que abandonó el escenario para volver a salir lo hizo saltando lateralmente y bailando, medio niño medio bufón, con una alegría contagiosa inesperada en alguien que se acerca a los 80; por supuesto, tampoco podía ni imaginar que se arrodillaría, y así lo hizo en varios de los temas, unas veces ante el público, que parecía rezar mentalmente eso de “señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para salvarme”, otras ante alguno de los colosales músicos que le acompañan, begging on his knees. Una habría querido ser cualquiera de los muchos instrumentos de viento que tocó como si estuvieran vivos el chico de la gorra y el chaleco, Dino Soldo, que a ratos recordaba al saxo soprano de Paul Winter, o cualquiera de las cuerdas que rasgó con piedad matemática el catalán Javier Más, o cualquiera de los tres micros de las coristas. Leonard Cohen tiene una banda, a veces salida de alguna sala de conciertos de Nueva York, a veces perdida en los pasadizos del club Exótica, a veces escapada de la Alhambra y otras de viaje por tierras gaélicas, una banda de whisky, de ginebra y de coñac.
Igual que la concavidad vacía de un estuche remite irremediablemente al objeto que contuvo, todas las ausencias se tornaron anoche presencias: mi madre, quien ponía el disco Various positions (1984) cuando yo tenía sólo siete años, viajes en coche con la alegre The captain; Blanca, con quien comparto la emoción adolescente de que Cohen nos cante eso de If you want a doctor, I´ll examin every inch of you o cualquier otra proposición de I´m your man, o eso otro del Hallelujah a lo que tantas vueltas le dimos en su momento, remember when I moved in you and the Holy Dove was moving too; Ana, a quien tengo asociado Take this waltz, que en el original de Lorca, a pesar de ser un poema de amor y muerte, como las canciones de Cohen, tiene ese verso con el que tantas veces nos hemos reído, mira qué orillas tengo de jacintos; Laura, quien, como Suzzane, she’s half crazy but that’s why you want to be there and she feeds you tea and oranges; Pilar, quien me invitó y estaba sentada a mi lado llorando también bien a gusto. Quisimos ser sus chicas, y sus hijas y sus nietas y sus vecinas, cualquier relación que acabara en “de Leonard Cohen”, sintácticamente complemento del nombre.
Everybody knows that youre in trouble, everybody knows what you´ve been through from the bloody cross on top of calvary… su amante y contable sume en la ruina a un judío septuagenario que se ve obligado a volver a salir de gira para salvarse de la bancarrota, si Saul Bellow viviera podría escribir un cuento. Uno sabe lo que va a pasar, y sin embargo no estaría mal no tener que saber qué es lo que va a pasar, everybody got this broken feeling like their father or their dog just died, existencias tristes y aburridas que sólo se redimen con canciones: Cohen abrió fuego con Dance me to the end of love y siguió más de tres horas descargando toda su eficaz artillería sobre nosotros, Suzzane, Famous blue raincoat, Hallelujah, Chelsea Hotel, So long, Marianne, I´m yor man, Who by fire, Bird on the wire, Sisters of mercy, Take this waltz, If it be your will, Everybody knows, First we take Manhattan, Ain´t no cure for love, In my secret life, The partisan y más, última ráfaga, Closing time, y el tiro de gracia, I tried to leave you.
A mí me bendijo Leonard Cohen.
E incluso a estas horas, leo tu post y se me caen las lagrimillas al recordar las sensación de escuchar su voz
Hombre, es que por la mañana es cuando más se llora, no sólo más que en los conciertos, sino mucho peor. Muchas gracias por la entrada, este cumpleaños he recibido unos regalos absolutamente maravillosos: Leonard Cohen, mi bici, Botijo, Lost Girls, libros y más libros…