«Las puertas de la ciudad abandonada estaban abiertas para ellos y creían oír unos tenues crujidos en el interior de las casas, como hojas de otoño. Avanzaban imponiéndose silencio, unidos codo con codo, agitando sus Palos, recordando que sus padres les habían dicho: «¡Allá no! ¡A ninguna de las ciudades viejas! Cuidado adónde vas. Recibirás la paliza más grande de tu vida cuando vuelvas a casa. ¡Te miraremos los zapatos!».
Allí, en la ciudad muerta, un montón de niños, con sus meriendas a medio devorar, se desafiaban los unos a los otros, con agudos cuchicheos.
-¡Aquí no hay nada!
Y de pronto uno de ellos echaba a correr y entraba en la casa de piedra más próxima, cruzaba la sala y entraba en el dormitorio sin mirar alrededor comenzaba a dar puntapiés y a moverse con pasos arrastrados, y las hojas negras y quebradizas, finas como jirones de un cielo de medianoche, volaban por el aire. Detrás de ese niño corrían otros seis, y el primero hacía de músico, tocando los blancos huesos xilofónicos que yacían bajo los copos cenicientos. Una enorme calavera aparecía a veces rodando, con una bola de nieve, y los niños gritaban. Las costillas parecían patas de araña y lloraban como un arpa de sonidos apagados, y los negros copos de la mortalidad volaban alrededor de la arrastrada danza de los niños. Se empujaban unos a otros y caían entre la hojas, en la muerte que había transformado a los muertos en copos y sequedad, en un juego de niños con estómagos donde goteaba la naranjada gaseosa.
Y salían de una casa para entrar en otra, y así visitaban diecisiete casas, recordando que los horrores de todas las ciudades negras serían eliminados por los bomberos, guerreros antisépticos arma dos de palas y cajones, apartando con las palas los andrajos de ébano y las barras de menta de los huesos, separando lenta y eficazmente lo terrible de lo normal. De modo que los niños tenían que jugar de prisa, ¡pues muy pronto llegarían los bomberos!
Luego los niños, de rostros luminosos de sudor, mordisqueaban el último emparedado. Y después de un puntapié final, de un último concierto de marimba, de una última arremetida al montón de hojas otoñales, volvían a sus casas.
Las madres les examinaban los zapatos en busca de copos negros, y una vez descubiertos, venían los baños calientes y las palizas paternas.
A fines de ese año, los bomberos habían rastrillado las hojas secas y los blancos xilófonos, y se había acabado la diversión».
Los Músicos, en Crónicas Marcianas, Ray Bradbury
Ayer vi un escaparate en la calle Hortaleza, estaba lleno de marcianos muertos, secos y pinchados con alfileres.
Mientras leía el post pensaba, vaya con Miss Wonderly, vaya sueños que escribe, muy suyo eso de mezclar tumbitas con meriendas infantiles, y al final, oh, decepción, resulta que el texto es de Bradbury!
Somos lo que comemos…
He vuelto a leer el libro y ya no recordaba este episodio.
De Bradbury me gustan mucho, además de la melancolía y la americanez, sus «extras». Me refiero a los adornos gratuitos, los adornos que yo torpemente aconsejaría quitar si fuese el escrito de un amigo y me preguntase que qué tal.
Por ejemplo: «finas como jirones de un cielo de medianoche» o «hojas secas y los blancos xilófonos».
El caso es que al final le da una textura que solo es propia de él, eso tal vez sería el estilo Bradbury-estilo como huella.
Aceptamos copos de sequedad como desayuno, mañana por la mañana, entre las 9 y las 10, me acordaré de ello ante mi tazón de cereales
Crunch, crunch… jajaja. En fin, de marte, tras el auge y la decadencia de Reginald Perry y otros insignes del astro, lo único digno que nos queda es algunas arañas.
Por cierto, y siguiendo el signo de los tiempos, ¿porqué no reunimos las cenizas de mi bienamada Hipatia, a Jámblico y a toda su cohorte neoplatónica, ya que tenemos expertos y doctores en la materia? Que si… un poco de oportunismo nunca viene mal…
argfd… pocos reflejos, pordiossss… 🙂
Yo no he visto Ágora, pero sí tenía intención (aunque las intenciones se olvidan con mucha facilidad), no todos los días está el neoplatonismo en el top ten de la popularidad. Ya hay por ahí un experto que ha montado un congreso, a ver si se le va a llenar de fans de Amenábar.
Yo si que la he visto. Lo superaré. Y lo de que se llene de fans de Amenábar…
A lo peor…